jueves, 8 de julio de 2010

Nuestra postura frente al orgullo

Ante la invisibilidad del colectivo, que hace también invisible nuestros problemas, y tras la aprobación del matrimonio civil entre parejas del mismo sexo, se ha instalado en la sociedad la percepción de que a lesbianas, gays, bisexuales y transexuales ya no nos quedan conquistas pendientes, que han quedado satisfechas todas las demandas. Por desgracia, poder casarnos no nos libra de los insultos, de la violencia, del acoso escolar, de la discriminación o del rechazo, ni siquiera de los prejuicios tan profundamente arraigados en la sociedad.

Muchas de las acciones que ponen en marcha colectivos e instituciones públicas, incluso las más frívolas, son justificadas por ser beneficiosas para lesbianas, gays, bisexuales y transexuales. Políticas bienintencionadas muchas de ellas, fruto de una mayor sensibilidad social, pero en las que prima un gran desconocimiento acerca de la homosexualidad, la bisexualidad y la transexualidad.

Es momento de poner en cuestión, de debatir seriamente, de ser críticos. Debemos reflexionar sobre que nos favorece y que no, y empezar a preguntarnos si no hay fórmulas más eficaces de hacernos visibles, luchar contra la homofobia o ayudar a quienes tienen problemas de aceptación o sufren discriminación y rechazo. Nos enfrentamos a problemas muy serios y en vez de combatirlos con determinación, gastamos las energías y los recursos en propuestas escapistas.

Algunos han convertido en dogma una forma de entender el Orgullo que hace imprescindible el disfraz, la carroza y la filiación ideológica. Del mismo modo que podemos afirmar que no es la carroza lo que hace al Orgullo, podemos decir que un Orgullo no puede ser excluyente, ni patrimonio de ninguna organización política o social.

La carroza no es la única forma legítima de expresión para lesbianas, gays, bisexuales y transexuales. Desde COLEGAS creemos, además, que no es la que mejor defiende nuestros derechos. Cuando un colectivo es invisible y quiere que se le reconozca, es decir, que lo veamos en consonancia con su realidad social, no se traviste, no se disfraza.

Hay quienes piensan que el travestismo forma parte de nuestra esencia como gays, que es parte de nuestro gusto por transgredir y divertirnos. Pero lamentablemente el travestismo y la carroza representan una de las pocas formas de expresión y uno de los pocos espacios que la sociedad nos deja como propio, donde se complace viéndonos constreñidos. La cara alegre, festiva, frívola, alocada… es solo transgresora en apariencia, no molesta, es parte de lo que la sociedad espera de nosotros.
Molesta el beso adolescente en el instituto, la revelación de la hija o la compañera de trabajo, la mirada de deseo, la declaración de amor.

Molesta que se grite y se exijan políticas concretas; molesta que se hable de depresión, suicidio, acoso; molesta que seamos indóciles ante los partidos políticos; molesta que digamos que queda mucho por hacer; molesta que evidenciemos que hay otras formas de ser y sentir como gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, alejadas de los prejuicios y los intereses económicos y de partido.

Molesta que seamos visibles en el equipo de futbol o en el cargo público. Molesta, incomoda, pero debemos seguir reclamando, saliéndonos de la cuadrícula: RECLAMAMOS TODOS LOS DÍAS, TODOS LOS ESPACIOS, TODOS LOS DERECHOS.